Iglesia católica: COVID-19 exhibió en México dolores sociales acarreados del pasado

Exhibió dolores como el escaso cuidado a la salud y del planeta, la desatención a la familia, la consecuente pérdida de valores y vivir de prisa, sin freno

Por: SERGIO RAMÍREZ |27/12/2020 12:09. La pandemia de COVID-19 exhibió cuatro dolores sociales que en México se venían acarreando como el escaso cuidado a la salud y del planeta, la desatención a la familia y la consecuente pérdida de valores, vivir de prisa y sin freno y envueltos en un espíritu materialista, además del olvido y la atención espiritual.

La Arquidiócesis Primada de México señaló lo anterior en su editorial del semanario Desde la Fe, donde destacó que a unos días de finalizar este 2020 serán pocas las personas en el mundo que cumplieron los planes que habían trazado al principio del año.

«A partir de la aparición del COVID-19, cualquier propósito individual o colectivo se vio afectado por la crisis sanitaria que nos ha puesto en alerta», advirtió la jerarquía católica al destacar que esta crisis sanitaria abrió oportunidades y lecciones sobre las que se deben reflexionar.

La atención a estos cuatro dolores sociales conformaría cuatro buenos propósitos, alcanzables, y para los que no importa el contexto exterior; a partir de su cumplimiento, podemos ayudar a construir un mundo mejor subrayó.

Primero, como lo señaló el Papa Francisco en su mensaje para la Jornada Mundial de la Paz 2021, de establecer el cuidado como promoción de la dignidad y de los derechos de la persona, el cuidado del bien común, el cuidado mediante la solidaridad, y el cuidado y la protección de la creación.

Segundo, fortalecer a la familia, ya que «vivimos una época de inseguridad y violencia en el país, y es conocido que esta generalmente inicia en el seno familiar. Ante ello, es necesaria una apuesta decidida de los padres para fortalecer la educación en los valores, y de los adultos en general para asumirse como mentores de las nuevas generaciones».

La iglesia católica añadió que un tercer elemento es priorizar lo importante, pues toda crisis es una oportunidad para crecer y salir fortalecidos. Esta, en particular, representa un momento para aumentar nuestras convicciones y espiritualidad, «para curar nuestros miedos, sanar nuestro corazón, atender nuestros sentimientos y llenar nuestros vacíos, con la fortaleza interior que Dios nos ofrece».

Y por último, destacó, privilegiar la oración, ya que no es un pliego petitorio para que Dios nos despache y obtengamos satisfacción, sino un momento para volver a nuestra identidad más sencilla y descubrir que en su presencia todo encuentra descanso, consuelo y orden.

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